Los toros dan y quitan

ALEJANDRO CABRERA (1938 - 1955)

ALEJANDRO CABRERA

Cortesía del historiador hidrocálido Andrés Díaz Herrada

Matador de novillos mexicano, del que sólo se tiene la noticia de su trágica muerte, a los 17 años de edad,  en el matadero de la ciudad de Aguascalientes (Méjico), el 14 de julio de 1955. Solicitó permiso para torear un novillo que estaba en uno de los corrales, y en plena faena de muleta fue alcanzado por la res, recibiendo una cornada en el cuello, que le  seccionó la yugular, produciéndole la muerte en el acto. (Fuente: Crónica del historiador, Juan José Zaldívar Ortega, de su obra “Víctimas del Toreo”)


Recorte del Diario ESTO
Cortesía del historiador hidrocálido Andrés Díaz Herrada

Don Juan José de Bonifaz Ybarra, cronista taurino y autor del libro “Víctimas de la Fiesta”, refiere en éste, que << muy joven aún, pues tenía tan solo 17 años de edad, el mexicano Alejandro Cabrera habría de encontrar su final el 14 de julio de 1955 en la ciudad azteca de Aguascalientes, al recibir una herida en el cuello que seccionó la yugular, al pasar de muleta a una de las reses de su lote. "

A finales del mes de abril de 2015, recibí un correo electrónico del historiador hidrocálido Andrés Díaz Herrada, hijo del finado novillero Andrés Díaz Herrera "Picorete" (compilado en esta necrología de tragedias taurinas por haber muerto de un infarto en una tienta), donde me cuenta que su padre fue compañero de andanzas de Alejandro Cabrera, y al respecto dice: "Le adjunto una foto y recorte de periódico del día que murió Alejandro Cabrera, que era amigo de mi padre. De vez en vez mi papa viendo los recortes y fotos que guardaba, comentaba de la muerte de su amigo, del cómo se enteraron de ese toro, y de cómo fueron a pegarle las tres; él contaba que fue el primero en salir a ver que tenía el marrajo, pero de plano salió por piernas pues el animal estaba toreado y era muy peligroso; enseguida de esto, Alejandro tomo los avíos y se fue a la cara de la bestia y fue cuando le prendió y lo lanzo al aire, recibiéndole cuando caía, y dándole la cornada fatal. No hablaba mucho del incidente porqué era evidente que después de ya tanto tiempo era algo que no podía olvidar".

A finales del mes de abril de 2015, recibí un correo electrónico del historiador hidrocálido Andrés Díaz Herrada, hijo del finado novillero Andrés Díaz Herrera "Picorete" (compilado en esta necrología de tragedias taurinas por haber muerto de un infarto en una tienta), donde me cuenta que su padre fue compañero de andanzas de Alejandro Cabrera, y al respecto dice: "Le adjunto una foto y recorte de periódico del día que murió Alejandro Cabrera, que era amigo de mi padre. De vez en vez mi papa viendo los recortes y fotos que guardaba, comentaba de la muerte de su amigo, del cómo se enteraron de ese toro, y de cómo fueron a pegarle las tres; él contaba que fue el primero en salir a ver que tenía el marrajo, pero de plano salió por piernas pues el animal estaba toreado y era muy peligroso; enseguida de esto, Alejandro tomo los avíos y se fue a la cara de la bestia y fue cuando le prendió y lo lanzo al aire, recibiéndole cuando caía, y dándole la cornada fatal. No hablaba mucho del incidente porqué era evidente que después de ya tanto tiempo era algo que no podía olvidar".


Recorte del Diario ESTO
Cortesía del historiador hidrocálido Andrés Díaz Herrada

Me cuenta don Pedro Julio Jiménez Villaseñor, un admirado cronista taurino mexicano, respecto de la historia de este infortunado novillero aficionado, que << El centro de la ciudad de Aguascalientes, sobre todo por el lado sur, ha sufrido varios positivos cambios urbanísticos. A escasos 50 metros de las dos principales oficinas gubernamentales había un arroyo, hoy es la avenida Adolfo López Mateos que corre de oriente a poniente y atraviesa la ciudad, a pocos pasos de esa hoy grande vía existió por muchos años el rastro municipal, concretamente en la calle Guerrero y llegaba hasta la de Matamoros, viejo, sucio, con olores muy característicos de esos lugares, corriendo aguas de mil colores por todos lados, la mezcla de las sangres de los animales sacrificados hacia el piso muy resbaloso, poco antes de la puerta trasera de las instalaciones estaba un pequeño cubículo a casi dos metros de la altura del ras del piso y ahí era la parte más visitada de quienes aspirábamos a hacernos toreros, ahí era el lugar a donde se daba la puntilla a las reses que al día siguiente se fileteaban en las carnicerías de los diferentes mercados locales. Junto a esa parte desde luego, y por supuesto, que estaban los corrales de los toros y vacas que alimentaban a un Aguascalientes todavía muy chico, que no contaba con más de ochenta mil habitantes. Hacia el lado norte, también muy cerca del centro, se encontraba el viejo Parían, toda la cuadra aceptaba comercios diferentes, boticas, tiendas de ropa para dama y caballero, neverías, librerías y hasta una radiodifusora se encontraba en ese centro comercial. Lo más clásico de todo era que en cada una de las cuatro esquinas había instaladas dos bolerías donde se aseaban los zapatos todo tipo de personajes y en cada una de ellas los temas eran diferentes, la del lado sur oriente se llamaba “Calesero”, era la más famosa y concurrida, propiedad de Julián Rodríguez, desde luego que ahí se hablaba constantemente de toros. En ese lugar era común encontrar diariamente a toreros como don Fermín Espinosa, “Armilla”, a don Alfonso Ramírez Alonso, a quien se le rendía el homenaje de poner el nombre al lugar, “Calesero”, a Jesús Delgadillo, “El Estudiante”, a Rubén Salazar, a subalternos, apoderados, ganaderos y taurinos que llegaban de paseo, desde luego que a infinidad de novilleros que por aquellos años había bastantes nativos y de otras partes de nuestra republica. Era común que en ese lugar se pusieran de acuerdo para irse a torear a tentaderos o pueblitos, fue ahí donde se le avisó a Alejandro Fullón Cabrera que la empresa de la plaza “El Toreo” de Cuatro Caminos quería conocerlo y de inmediato en la compañía de Fernando Brand, novillero puntero por aquellos años, se trasladaron a las oficinas de conocida línea de camiones foráneos para tramitar un pase a nuestra capital, la economía de Alejandro era nula. Habiendo hablado con la empresa de dicha plaza regresó con la promesa de ser programado en unas semanas más, desde luego que al bajar del autobús al primer lugar a donde se encamino fue a la boleria “Calesero” donde le informó Julián que al rastro acababa de llegar un viejo toro que sería sacrificado y, según la costumbre de aquellos años, se le permitiría torearlo en el empedrado corral. Se hizo acompañar por otro novillero, Andrés Díaz, “El Picorete”. Es bastante descifrable que en un espacio no mayor a 200 metros cuadrados y entre las demás reses que esperaban ser apuntilladas, es incomodo y peligroso torear, Alejandro lo sabia pero había que intentarlo, claro y entendible que nunca jamás podría bordar una faena, pases sobre piernas, algún adorno que se le pudiese robar y sería todo, sin embargo en un descuido no pudo evitar el derrote defensivo del animal y este fue a dar al cuello del prometedor novillero cercenándole por completo la vena yugular que de inmediato le baño con su propia sangre. Con la rapidez y urgencia del caso fue trasladado al hospital civil, que hasta la fecha se encuentra en la acera de enfrente y solo unos pasos de donde fue herido Alejandro, han de imaginar que el novillero llegó sin vida al nosocomio, la cornada era mortal por necesidad y así perdió la existencia una humilde promesa del toreo mexicano que supongo los pocos instantes posteriores al percance que permaneció con vida, habrá pensado en que eso no lo detendría para debutar en El Toreo de Cuatro Caminos. Años después yo comencé a ir al rastro y nunca se va a borrar de mi mente que a un costado del portón, por donde desembarcaban a las reses, había una cruz de aproximadamente 40/50 centímetros, roja, de un púrpura muy desteñido, del decoloro que causa el paso de los años, hacían ya casi seis de la cornada, e indicaba que ahí había muerto, mas no herido, hasta ese lugar alcanzo a llegar por su propio pie y caer sin vida, una de las personas que le auxiliaron al darse cuenta que no había nada que hacer, con la propia sangre derramada por el novillero formo la cruz referida. He dejado al último ciertos datos, el tiempo los va borrando y comienzan mitos, leyendas y cuentos que lo que más hacen es desinformar. La fecha exacta nadie la recuerda, tengo entendido que fue por el año de 1954 ó 55, por el mes de junio o julio, el toro me cuentan era de Luís Solano que quería formar una dehesa aquí cerca de Aguascalientes, que lo mandó al matadero ya que al pelear con uno de sus hermanos se había despitorrado y que nunca se le había toreado. Esto tiene que ser mentira rotunda ya que siendo Solano un matador de toros en activo por aquellas fechas, de tonto no lo aprovecha para entrenar. Otras personas platican el toro era de don Ramiro González y como suele suceder en estos casos todo mundo dice estaba presente, la verdad es que solo Andrés Díaz le acompañaba, los viejos matanceros que a esas horas se preparaban para iniciar sus labores ya fallecieron, testigos fidedignos tampoco quedan y hasta cierto punto esto es lo de menos, lo triste del caso es que ese medio día se perdió una promesa novilleril que se suma a la larga lista de los caídos en busca de la fama, solo nos queda honrar la afición de todos ellos que han muerto tratando de encontrar su destino y creo firmemente que el mejor homenaje que les podemos, y debemos de rendir, es una oración... ¡Señor, hágase tu voluntad!. >>
Fuente: http://www.noticierotaurino.com

Refiere el prestigiado cronista Adiel Armando Bolio en las efemérides que le publican en el portal taurino en la Internet “Suerte Matador” que el 13 de julio de 1955.- El novillero Alejandro Fullón Cabrera muere en el matadero municipal de Aguascalientes a causa de una cornada en el cuello cuando trataba de torear.