Los toros dan y quitan

ANTONIO GALLARDO (XXXX - 1941)

ANTONIO GALLARDO

Solo para efectos ilustrativos Ahualulco de Mercado Jalisco Iglesia San Francisco de Asís (1688-1760)
http://www.foro-mexico.com/jalisco/ahualulco-de-mercado/fotos/75-iglesia-san-francisco-de-asis.html

Novillero Mexicano muerto en 1941. El historiador Juan José Zaldívar Ortega nos ilustra sobre este desconocido lidiador al referir que <<Antonio Gallardo, matador de novillos mexicano, del que don Ángel Villatoro, en su “Antología Taurina Mexicana”, cita: "Modesto espada que en el oscuro pueblo mexicano de Aguatulco (Ahuatulco), la tarde del 19 de octubre de 1941, sufrió tremenda cornada, que le produjo la muerte casi  instantánea. No deja de ser curioso el gran vacío fotográfico sobre las figuras del toreo, especialmente de los novilleros, que observamos en todas las publicaciones, incluida la obra “LOS TOROS” de Cossío. "

Por su parte el erudito Juan José de Bonifaz Ybarra refiere de esta víctima de la fiesta, que << el 18 de febrero de 1941 recibió una cornada de irreparables consecuencias en el municipio de Ahualulco, el novel diestro azteca Antonio Gallardo. "

A efecto de precisar la ubicación del  lugar del fallecimiento de este lidiador,  y como cultura general para los lectores, nos encontramos que en México se ubican:

El poblado de Ahualulco en el estado de San Luis Potosí,  que fue fundado por Cristóbal de Oñate, el  5 de febrero de 1542.  Fue desde tiempos inmemorables hasta fines del siglo XVI zona chichimeca. La primera iglesia se comenzó a construir el 4 de octubre de 1574 y se consiguió establecer en el primitivo rancho de Ahualulco. Al  año de 1950 la población era de 12,056 habitantes. Las fiestas populares se presentan del 26 de febrero al 2 de marzo y se lleva a cabo la festividad en honor de La Candelaria, organizándose feria popular, corridas de toros y peleas de gallos.

El poblado de Ahualulco de Mercado en el estado de Jalisco. En la época prehispánica fue cacicazgo perteneciente al tlatoanazgo de Etzatlán, habitado por los tochos. Fue gobernado por el guerrero Guajotzin o Huejotzin. El poblado fue incendiado por los tarascos en 1510. Hacia 1524, su territorio fue conquistado por Francisco Cortés de San Buenaventura. En 1531 el lugar fue repoblado por el encomendero de Etzatlán, Juan de Escárcena; y en 1532 su encomendero fue Benito Gallego. En la cabecera municipal en el año de 1990 la población era de 11,696 habitantes. En la festividad del Señor del Altar Mayor, en el mes de febrero, diariamente al amanecer hay repiques de campanas y cohetes. Se lleva a cabo, también, el toro de once, que es un desfile encabezado por los toros que van a ser lidiados y jineteados por los espectadores y son seguidos por los toreros aficionados; participan también en el desfile los charros de la localidad.

Existe otro poblado de Ahualulco en el municipio de Tetipac en el estado de Guerrero con una población de 597 habitantes por lo que se descartaría.

El poblado de Aguatulco o Ahuatulco como tal no lo ubico, lo cual contraviene la narrativa de Zaldívar Ortega obtenida del libro “Antología Taurina Mexicana” de don Ángel Villatoro;  en su caso sería el poblado de Santa María Huatulco en el estado de Oaxaca. La toponimia de Huatulco, Coatulco o Guatulco es, “lugar donde se adora o reverencia al madero”, por estar compuesto de por la voz Quahuilt que significa madero, por el verso Toloa, que es hacer reverencia bajando la cabeza y por la sílaba Co que denota lugar. Esta denominación se originó a causa del culto que se tenía a una importante cruz que se encontraba en las cercanías del puerto de Huatulco, colocada ahí según cuenta la leyenda, por un enigmático personaje, más de 1500 años antes de la llegada de los españoles.

Yo me inclinaría a pensar, por la cercanía al estado de Guanajuato, ancestralmente rico en la crianza de criollo bravo, que se trata del poblado de Ahualulco, en el estado de San Luis Potosí, pero no deja de ser una simple conjetura, materia de posterior comprobación.

El inolvidable y muy querido cronista taurino, "Don José Alameda", refiere en su libro "Crónica de Sangre", que " el novillero Antonio Gallardo, sufrió mortal cogida el 18 de febrero de 1941 en la plaza de Ahualulco. "

Finalmente para desterrar la semilla de la duda, consulte directamente el libro del maestro Ángel Villatoro (Antología Taurina Mexicana) y este dice: << GALLARDO, ANTONIO: Cogido y muerto el 18 de febrero de 1941, en la plaza de Aguatulco, Estado de Jalisco>>, de donde colijo que se trata de un error del erudito Villatoro en el poblado, puesto que Aguatulco Jalisco no existe, pero sí existe Ahualulco de Mercado, en Jalisco.

Confirmando lo anterior, nos dice el ilustre historiógrafo Luis Ruiz Quiróz, en sus efemérides, que un 18 de febrero de 1941 el novillero Antonio Gallardo muere en Ahualulco, Jalisco víctima de una cornada de un Cebú al altemar con Joel Rodríguez.


Bibliófilos Taurinos de México A.C.
(Colección de Lecturas Taurinas-Revista No 13)

El 29 de julio de 2014 recibí una afable carta del historiador contemporáneo Rafael Gómez Lozano, quien mantiene en la Red, para beneplácito de la Fiesta, el Blog Enciclopédico "Toreros Mexicanos", donde me allega un archivo digitalizado conteniendo parte de la revista número 13 de Bibliófilos Taurinos de México A.C. -Colección de Lecturas Taurinas- de nombre: Episodios, Curiosidades y Anécdotas de la Tauromaquia en Jalisco", de don Federico Garibay Anaya (reedición 1994) donde detalla, en un relato de nombre "La Muerte de un Torerillo", lo siguiente.- El dantesco episodio que a continuación referiré, me lo contó un notabilísimo taurino jalisciense: Juan Medina Díaz "El Artista" -originario de Etzalán-, que fue novillero en la época de los cuarenta. Paralelamente, colaboraba con la empresa de la plaza de toros El Progreso haciendo viñetas para ilustrar carteles taurinos y programas de mano. Asimismo, dibujaba estampas muy graciosas que se publicaban en la cartelería y en el boletaje de los festejos bufos, también denominados "tardes de recreo". Es una verdadera pena que a dibujante y pintor tan talentoso no se le conozca más allá de nuestro ámbito tapatío. A desconocimiento tal lo ha orillado su propia excesiva modestia, pero "eso es harina de otro costal". Lo que me contó - y yo les contaré a ustedes- aconteció en el mes de febrero de 1941: "Por aquellos años había tantos toreros tapatíos, y prácticamente todos eran tan valientes, que las empresas de algunos pueblos se daban el lujo de despedir a los que no eran de su agrado, sin darles ni siquiera para sus gastos. Con la mayor facilidad del mundo mandaban llamar a otra cuadrilla, y en el acto se presentaba. Eran tiempos en que hasta los niños más pequeños jugaban al toro por las calles. Si algo sobraba entonces, eran toreros. Durante los carnavales se organizaban infinidad de pachangas y novenarios en muchas poblaciones de nuestro estado: Autlán de la Grana, Etzalán, Ameca, Ahualulco de Mercado y Sayula, entre otras. Antiguamente si se les brindaban oportunidades a los novilleros en aquellos pueblos. Ahora, por desgracia, ya han sido acaparados por los matadores de alternativa, en detrimento de los toreros principiantes. O lo que es lo mismo, en detrimento de la propia subsistencia de la Fiesta. Como es natural, tratándose de muchachos aprendices, año con año, en tiempo de Carnaval llegaban a Guadalajara muchos, muchísimos maletillas heridos, procedentes de las referidas poblaciones y de otras muchas. Los torerillos que permanecían en Guadalajara eran los muy novatos o los muy malos. Lo acostumbrado en aquellos años era que los toreros que se quedaban en Guadalajara acudieran a la serenata en la plaza de armas y dieran un paseíllo por los portales. "Aquella terrible noche" -el domingo anterior al Carnaval de 1941-, yo me encontraba paseando tranquilamente por la plaza de armas en compañía del pintoresquísimo Antonio Escudero "Martincho", del picador Lorenzo Delgadillo "Camototes" y de muchos otros toreros que, como yo, todavía estábamos muy jóvenes para salir a los carnavales. De pronto, frente al palacio de gobierno, vimos pasar muy despacio, a vuelta de rueda, a un carro de sitio. Del carro se bajó, muy apesadumbrado, un joven tocado con una cachuchilla torera. Al vernos, corrió desesperadamente hacia nosotros. Ya de cerca lo reconocimos: era El Negro Joel. Sumamente compungido nos avisó que traía muerto a Rosalío Gallardo "El Guilo", un muchacho originario del puerto de Mazatlán, que quería ser torero. Aquella misma tarde lo había matado un cebú en Ahualulco. Corrimos hacia el carro. En efecto, ahí se encontraba el cadáver. ¡Qué visión tan espantosa! Flacucho, muy moreno, enjuto... Para mayor horror, le hacían falta los dientes incisivos, llevaba un rictus espantoso de dolor y los ojos desorbitados, sobre un impresionante charco de sangre a medio coagular. Venía completamente vaciado, enfundado aun en un terno muy marchito, grana con bordado en pasamanería negra. Llevamos el cuerpo a la Sección Médica Municipal. Al día siguiente, yo ya no tenía ánimos ni para ir al sepelio. Quedé tan impresionado que lo soñé muchas veces". Un marrajo cebú, de procedencia incierta y aviesas intenciones, le partió la femoral cuando intentaba colocarle un par de banderillas. Ante la confusión provocada por aquel gravísimo percance, a nadie se le ocurrió ni siquiera improvisar un torniquete. "El Guilo" expiró en el propio taxi, cuando era conducido a Guadalajara. Descanse en Paz Rosalío Gallardo "El Guilo", un torerillo de la legua y de los novenarios de Jalisco, que murió trágica y oscuramente como tantos héroes anónimos y pueblerinos cuyos nombres no pasarán jamás a la inmortalidad alcanzada por las víctimas famosas de la Fiesta.

Leído lo anterior, y por las coincidencias en el apellido de la víctima, fecha y sitio de la tragedia, y el nombre del alternante, se aclara al mundo del toro, que el novillero Antonio Gallardo, no es otra persona más que Rosalío Gallardo "El Guilo".