Los toros dan y quitan

PEDRO YUSTE DE LA TORRE "PEDRO PUYANA" (1776 - 1824)

PEDRO YUSTE DE LA TORRE "PEDRO PUYANA"

Cortesía del historiador D. José Antonio Román Romero

Nació en Arcos de la Frontera, Cádiz, España en 1776, y falleció en Granada en 1824.  A pesar de haber nacido en el seno de una familia de ilustre abolengo, hacienda nutrida y poderosa, y gran influencia en la alta sociedad de su época, Pedro Yuste se aficionó a torear desde muy joven junto a los capeadores y varilargueros, casi todos procedentes de una extracción social humilde. Los prejuicios de su tiempo no le impidieron formar parte (como uno más entre todos los peones) de las más afamadas cuadrillas de subalternos que acompañaban a las primeras figuras del toreo a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Los carteles de la plaza de toros de la Villa y Corte pregonaban su nombre en las temporadas de 1798 y 1804, de donde se echa de ver, por la importancia de este coso, que estuvo en el candelero desde muy joven. En 1824, cuando participaba en el ciclo de corridas convocadas para festejar el día del Corpus en Granada, erró en uno de sus célebres puyazos y vino a caer estrepitosamente sobre la arena del ruedo, con tan mala fortuna que se desnucó y perdió la vida casi al instante. (Crónica de don Juan José Zaldívar Ortega).

Refiere el erudito taurino, don Juan José de Bonifaz Ybarra, que << La novelesca vida de Pedro Yuste de la Torre, conocido en los medios taurinos como “Pedro Puyana el Mayor”, en el que no faltaron duelos, raptos e, incluso, deserciones y fugas a tierras marroquíes, encontró su punto final en una corrida de las celebradas en Granada en 1824 con motivo de la festividad del Corpus. Se trata de un torero más de leyenda que de vida real, digno de ser cantado en romances de ciego. " 

El historiógrafo y MVZ taurino Juan José Zaldivar Ortega, en su libro "Víctimas del Toreo"-Apartado de Picadores, páginas 61 y 62, refiere que: El Doctor Thebussen ha publicado su partida de bautismo y una serie de datos que constituyen su biografía. Pertenecía a una ilustre familia de dicha ciudad, establecida en ella en el siglo XVI, y notoria por su nobleza, bienes de fortuna e influencia social. En 1796, a los veinte años de edad era don Pedro un consumado galán, diestro en todas las suertes de ejercicios caballerescos, sin excluir el toreo, en que lucía como capeador y varilarguero, le hicieron olvidarse de todo género de convencionalismos, logrando aplausos en corridas de toros con profesionales. El hecho de que apareciera en los carteles de la plaza madrileña las temporadas de 1798 a 1804, fue la causa de que de la oposición de los padres de la ilustre doncella a quien don Pedro galanteaba a tal enlace, hasta el extremo de provocar un desafío entre el picador y el hermano de la dama, en el que éste llevó la peor parte. En este punto de gravedad sus relaciones, raptó a la muchacha, próxima a ingresar en un convento, promoviéndose gran escándalo en la población e intervino la justicia, y declarándose hidalgamente don Pedro autor del rapto, no sin haber depositado a la dama en casa de unos parientes. Por influencia de la condesa de Benavente, poseedora del ducado de Arcos, y por la índole disculpable del delito, pudo conseguirse la mitigación de la sentencia, que fue a servir cuatro años en el regimiento fijo de Ceuta. En 1805 partió don Pedro a cumplir la sentencia dictada por el juez de Arcos, pero al poco tiempo desertó, pasándose al lado moro. Su despejo y sobre todo su destreza en toda suerte de ejercicios físicos, le favorecieron hasta lograr el valimiento del emperador de Marruecos, Muley Solimán ben Mohammed, y mereció ser designado, como peritísimo jinete, para acompañar a los marroquíes que hacia 1807 vinieron a España para traer el rey Carlos IV unos caballos que le regalaba el emperador. Noventa años antes, el célebre diestro sevillano Manuel Ballón vivió un hecho similar, como todos sabemos y también novelesco. Todo en la vida de don Pedro Yuste de la Torre (Puyana el Mayor) es novelesco; pero las circunstancias de su vuelta al ejercicio de picador, y su actividad como tal tan sólo se hallan apoyadas en las tradiciones familiares que recogió el Doctor Thebussen, y apenas concuerdan con los pocos datos documentales que se tienen. Según el distinguido erudito, se celebró aquellos días de 1807 en Madrid una corrida de toros, y el fingido moro solicitó bajar al ruedo, lo que hizo con tanta fortuna, lo mismo con el caballo que con el capote y la espada, que mereció los plácemes de toros. Tan buena disposición removió a descubrir su verdadera personalidad, logrando cédula de completo indulto. Hecho semejante, con ligeras variantes, como ya citamos, le sucedió al célebre diestro sevillano Manuel Ballón (el Africano)

Refiere don José Antonio Román Romero en su Blog en Internet "De Hombres, Toros y Caballos" en una brillante editorial de nombre "La Leyenda del Picador Puyana", que, en la última década del siglo XVlll y primer tercio del XIX ejercieron la profesión del toreo dos picadores, parientes entre sí -según propia confesión-, llamados Pedro Puyana. Cuando ambos diestros coincidían en la Plaza madrileña, se les anunciaba, para distinguirlos, con el adjetivo del ''Mayor" y "el Menor", aplicándose el primero al más antiguo en el circo de la Corte. Aunque artistas apreciables ambos, distaron mucho de lograr la fama de Corchado, Ortiz, Rueda, Míguez Orellana, Herrera Cano y otros de sus contemporáneos; por tanto, su nombre fue poco menos que desconocido por los aficionados y aun los historiadores solían hacer de ellos una ligerísima referencia en sus libros. Pero a finalizar el siglo XIX el nombre de Pedro Puyana, "el Mayor", salió del olvido en que se hallaba y llegó a ser familiar a la afición moderna gracias a un escrito del "Doctor Thebussem", el eminente literato gaditano, de gratísimo recuerdo, artículo ameno, como todos los suyos, en él que pretendía demostrar que el citado picador no era otro que el noble caballero gaditano don Pedro Yuste de la Torre y Antúnez, hijo legítimo de los ilustres señores don Alonso y doña Jerónima, y ahijado de los señores marqueses de Torresoto. Una serie de vicisitudes, en que don Pedro Yuste intervino desde la edad de veinte años, originó sucesos como el rapto de una ilustre doncella, el desafío del raptador con un hermano de la joven, quien llevó la peor parte: detención, proceso y condena de Yuste. a servir cuatro años en Ceuta; su deserción y paso al moro, donde renegó de su religión, aprendió el árabe, llegó a relacionarse y tener valimiento nada menos que con el Sultán de Marruecos, que le designó para traer a Madrid unos caballos regalados al rey Carlos IV, quien mandó organizar fiestas en honor de los que componían la embajada, figurando entre éstas una corrida de toros -esto ocurría en 1807, cuando la Fiesta estaba suprimida-, en la cual solicitó permiso para rejonear, haciéndolo con tal maestría que al verse aplaudido por el propio rey Carlos IV y él príncipe de la Paz, se dio a conocer, manifestando no era berberisco, como denunciaba su vestimenta, sino el caballero español infortunado don Pedro Yuste de la Torre, que derramando gruesas lágrimas solicitaba del soberano el perdón por sus pasadas culpas. El rey se lo concedió en el acto, y una sensible condesa, compadecida de su infortunio, le obsequió con dos trajes completos de picador y un bolsón de seda repleto de onzas de oro. Desde entonces el caballero abrazó la profesión de varilarguero, adoptó el nombre de "Pedro Puyana" y murió en la Plaza de Granada, hacia 1820 a 22, desnucado de una caída del caballo. Este venía a ser el contenido del artículo de "Thebussem", quien terminaba haciendo un llamamiento a diferentes reputados escritores taurinos para que se sirviesen aumentar, corregir o enmendar los datos en el escrito esparcidos. Cayó en el vacío el requerimiento; ninguno de los escritores aludidos publicó una sola línea sobre el asunto, sin duda por estar convencidos de que él respetado maestro Pardo de Figueroa habría pisado en falso, basando sus afirmaciones no en documentos indubítatibos, sino en leyendas y tradiciones, fuentes aceptables para trábalos literarios, pero que nada cuentan en los históricos. Luis Carmeno y Millán, buen amigo del polígrafo "Thebussiom", debió manifestarle particularmente su disconformidad con el contenido del escrito, y no se volvió a publicar nada a ello referente. Desde que en el año 1888 apareció en la revista "La Lidia" el artículo del notabilísimo escritor gaditano, han sido muchos los escritores que del mismo tomaron referencias; Pedro Puyana, "el Mayor", no fue el caballero don Pedro Yuste de la Torre y Antúnez. Primero. Quien nació en la opulenta y señorial casa de los nobles Yuste de la Torre y fue ahijado de títulos de Castilla, forzosamente había de recibir educación propia de su rango: pues bien, Pedro Puyana, "el Mayor", picador de toros, era analfabeto, según consta en nóminas, firmadas a su petición por no saber hacerlo el interesado Segundo. Según el escritor. Yuste, enmascarado con el nombre de Puyana, comenzó a trabajar en Plazas en 1798. El verdadero Puyana ejercía el oficio desde 1794, y cuando fue a Madrid en 1797, lo hizo ya acreditado. Tercero. Yuste de la Torre nació en Arcos de la Frontera, según consta en la partida de bautismo. Pedro Puyana, "el Mayor", era natural de Jerez de la Frontera, según consta en todos documentos. Cuarto. Yuste se dedicó al toreo como deporte y por demostrar su bizarría. Pedro Puyana "el Mayor" lo hizo como medio único de vida, según confesión propia.
Quinto. En el escrito referente a Yuste se habla de corridas en Madrid en 1807 y 1808, a las que asistió el rey Carlos IV y el príncipe de la Paz. En él primer año, la Fiesta estaba prohibida, y cuando se dieron corridas en el segundo había abdicado Carlos IV. Sexto. Según el escritor, Puyana "él Mayor" murió en Granada en 1820 a 22; otros apuntes demuestran que trabajó en Madrid en 1823, y lo hizo en provincias hasta 1827. En los puntos citados basamos nuestra afirmación de ser legendario cuanto se refiere a Yuste de la Torre en relación con él toreo, y ninguna relación guarda con él profesional Pedro Puyana, "el Mayor", de quien ofrecemos unos breves apuntes biográficos. La primera vez que en documentos madrileños aparece el nombre de Pedro Puyana es en la relación de diestros que para trabajar en las Plazas de Aranjuez y Madrid son contratados en 1797. Este diestro, acreditado en Andalucía, donde trabaja desde 1794, inaugura su campaña toreando el 21 de mayo en la Plaza de Aranjuez, la que, construida por el Real Patrimonio, habíase inaugurado siete días antes. El 30.de mayo, o sea siete días después, Puyana picó por vez primera en Madrid, alternando con Manuel Jiménez, y haciendo constar que el piquero, natural de Jerez de la Frontera, era nuevo en esta Plaza. Gustó su trabajo y toreó en tanda o reserva todas las corridas, excepto la décima a décimo-tercera, perdidas por lesiones sufridas en la novena -16 de julio-, de la que salió con dos costillas fracturadas. Cuando apareció en el ruedo nuevamente, el 8 de octubre, fue objeto de nutridos aplausos, demostración evidente de la simpatía conquistada. Continuó sirviendo las corridas de toros, y algunos años también las novilladas, hasta terminar el año 1801, y el 11 de mayó presenció la tragedia de "Illo". En cierta poca afortunada biografía de este infortunado espada se dice que el toro "Barbudo" fue picado por Juan López y Pedro Puyana. Es incierto lo referente al segundo. Puyana, con Cristóbal Sierra, picaron los toros primero y cuarto únicamente: los picadores de "Barbudo" fueron López y Cristóbal Ortiz. En 1803 se presentó en Madrid un sobrino. Llamado como él, Pedro Puyana, y desde entonces se les añadió el adjetivo del "Mavor" y "Menor" para diferenciarles. Llegaron las fiestas reales de 1803; figuró "el Mayor" entre los piqueros relacionados para servirlas; pero noticioso de que pretendían prescindir de él, por favorecer a Antonio José Monje, protegido del primera espada José Romero, hizo le redactasen un memorial para el rey, rogando se le admitiese a trabajar, lo que le fue concedido. Por falta de espacio no copiamos este curioso documento, en él que el piquero manifiesta no tener otros medios de vida que el ejercicio de su arte. De sus andanzas en los años 1805 a 1814, que reapareció en la Corte, se tienen algunas noticias; se sabe prestó servicios en la ganadería de los Padres de la Cartuja, de Jerez de la Frontera, y por una ligera referencia del picador Manuel Cartón, consta estuvo algún tiempo trabajando en Portugal. Vuelve a Madrid en 1814, se ausenta en 1815 y sólo toma parte en dos corridas de 1816 -la décima y décimo sexta-, en las que aparece con síntomas de gran decadencia a causa de pertinaces fiebres en ese año padecidas. La Junta de Hospitales, deseosa de favorecer al antiguo y necesitado piquero, le ajusta por diez corridas en el año 1818. Sólo alguna corrida suelta torea en los años 1819 a 22, y en este último lo hace en la novillada del 8 de diciembre, en cuyo cartel se dice que "Pedro Puyana, "el Mayor", ha ofrecido esmerarse para no desmerecer en nada de su antiguo concepto". Novillos embolados picó el 31 de agosto de 1823, v si de ínfima clase fue la fiesta, aun pasó el pobre viejo por la amargura de verse anunciado en del 21 de diciembre, para picar embolados en unión de un aficionado, zapatero de profesión, apodado "Pinchapan", procedente de Mondoñedo. Esta fue la última fiesta toreada en Madrid por el que en tiempos hizo famoso su nombre. Tendrían qué ver los honorarios que cobraría el pobre lidiador jerezano en fiesta de tal categoría. Se reintegra el arrumbado varilarguero a su patria chica, y continuó algunos años más saliendo a las Plazas en corridas de menor fuste, teniendo noticia de que en él otoño de 1827 sano a picar en la Plaza de su pueblo, sufriendo una peligrosa caída, de la que le salvó el oportuno quite del matador Juan Fernández, "el Catalán . Aquí perdemos su pista, tal vez ésa fuese la última vez que vistiese la ropa de torear y terminase sus días en el asilo o en algún hospital, como les ocurrió a muchos lidiadores de su época. Esta fue, lector amigo, Ha vida en él arte de un lidiador nacido en humilde cuna, a quien novelescas referencias -abundantes en la historia del toreo- nos presentan como el ilustre personaje don Pedro Yuste de la Torre y Antúnez.
Fuente:
http://gestauro.blogspot.mx/
La leyenda del picador Puyana