Los toros dan y quitan

JUAN ORELLANA MEDINA (1869 - 1899)

JUAN ORELLANA MEDINA

Solo para efectos ilustrativos

“El Matador Brinda la Muerte del Toro”

Aguafuerte de Pablo Picasso 1957

Novillero y matador en capeas de mérito heroico,  nacido en Montellano (Sevilla) el día 10 de marzo de 1869. Fue cogido y muerto a los 30 años de edad por un toro el 31 de agosto de 1899 en las Fiestas de San Ramón en Baños de Montemayor (Cáceres) en un acto heroico del novillero para salvar a muchos aficionados entrampados en el callejón.

 

Esta gesta la relata el maestro Bonifaz de la siguiente manera: << Por salvar a un grupo de vecinos de la localidad cacereña de Baños de Montemayor, se sacrificó en forma heroica y ejemplar,  el modestísimo torerillo de capeas y novilladas pueblerinas Juan Orellana Medina. Contratado para estoquear un astado en la citada población el 31 de agosto de 1899, hubo de enfrentarse con el morucho, pasado de edad y romana, en un callejón sin salida, al haberse escapado del improvisado coso. Coleando consiguió retornarle a la plaza, donde, falto ya de fuerzas, fue reiteradamente corneado por el toro, que le produjo tan graves heridas que este pequeño y desconocido héroe, dejaría de existir, a las dos horas de producida su hazaña."

 

Los cronistas, el bachiller González de Ribera y “Recortes”, relatan así el trágico acontecer: "Preparados los lidiadores a la pelea, se dio suelta a un toro de seis años y 30 arrobas de peso. En la plaza no había más toreros de profesión que el matador Juan Orellana y un compañero suyo, que vestía de paisano. Buscando el toro la huída o tomando una querencia, acometió a los maderos cerradores y poco recia las cuerdas, soltaron unas y partiéronse otros, dejando paso franco el cornúpeto, que se halló fuera  de la plaza, enristrando un callejón sin salida donde se encontraban más de 50 personas, que al hallarse con la res encima, sin medios de huída, prorrumpieron en alaridos, apelotonándose y viendo llegar la muerte. Y en aquel instante, Juan Orellana, el humilde, el desconocido torerillo de capea, arrojó el capote, metiéndose en la calleja, asióse del rabo del toro y coleó..., coleó largo rato entre los tablones rotos y las personas derribadas, sin espacio para revolverse ni lugar seguro donde fijar la planta, luchando brazo a brazo, fuerza contra fuerza, de tal suerte, que aquí sí cabe aplicar la enérgica frase echegariana corazón a corazón. Y Juan Orellana sacó al toro y salvó a los aterrorizados, y vuelto a la plaza con el cornúpeto, prenda de triunfo, continuó su coleo; pero exhaustas sus fuerzas o resbalando su pie, cayó al suelo. Y entonces la fiera le acometió y corneó salvajemente repetidas veces, hundiendo los pitones en las carnes del torero, que maceraba al torearle, dándole porrazos contra el suelo. El compañero inepto u horrorizado, no hizo el quite. Los mozos de la plaza distrajeron al fin a la res, a la que enmaromaron y dieron muerte, y la masa de carne moribunda de quien debía estoquearla, fue conducida a la Casa de Caridad, donde a las dos horas expiraba, cumplido su deber, salvador de las vidas de sus semejantes, agigantada por su acción su pobre figura de torerito humilde que libró a Baños de Montemayor de un día de luto. Allí no hubo más víctimas que el salvado de tantas vidas. Los espectadores abandonaron la plaza, las autoridades se olvidaron del muerto, y algo muy grande que se vio también abandonado, por completo, abandonó a su vez aquel día Baños de Montemayor: la hidalguía y la gratitud."