Los toros dan y quitan

LA MUERTE DE PANTALEÓN TABARCACHI EN EL SIGLO XVIII

LA MUERTE DE PANTALEÓN TABARCACHI EN EL SIGLO XVIII

Corrida de toros en Casabindo, Jujuy, Argentina
Fiesta de la Virgen de la Asunción
http://www.pregon.com.ar/vernoticia.asp?id=94601

Refiere el editorialista Damián Carreras, del informativo argentino en la Internet "La Voz", que no hay muerte en los ojos del torero. No hay sangre en las astas del animal. Se miran, se estudian. Sólo el movimiento del paño rojo que agita el hombre con rostro norteño distrae por unos segundos la atención de los presentes. El desenlace es inminente. La escena se repite una y otra vez en la tarde del 15 de agosto de cada año en Casabindo. El poblado jujeño, de tan sólo 150 habitantes, está ubicado a 300 kilómetros al norte de la capital provincial, San Salvador. Es una localidad antiquísima, que supo ser cabecera de la más alta autoridad de los Incas. Entrar en él es como retroceder en el tiempo. Sus casas bajas hechas de adobe, con pequeñas aberturas para soportar la amplitud térmica del lugar, contrastan con la imponente iglesia, también llamada la Catedral de la Puna, que domina el escenario. Frente a ella, la Plaza de Toros parece aguardar por los visitantes. Entre tres mil y cuatro mil personas arriban el día de la fiesta, atraídos por esta particular forma de torear. Se le llama el Toreo de la Vincha y es la única corrida de toros que se practica en nuestro país. Se realiza en el marco de una colorida fiesta religiosa, en homenaje a la Virgen de la Asunción, patrona del lugar. Modesto Cruz, historiador del lugar, cuenta que el toreo "es una tradición que se mantiene desde la época de la colonia, con la diferencia de que aquí no se mata ni se hiere al animal. El propósito es quitarle al toro una vincha con tres monedas de plata que lleva en su frente y luego ofrendársela a la Virgen en agradecimiento por los favores recibidos". Es por esto que a los toreros se los llama promesantes. En su mayoría son lugareños, sin preparación alguna, que se atreven a enfrentar al toro sólo por su devoción a la Virgen. El toreo se inspira en una antigua historia de tiempos de la colonización.

En abundamiento de lo anterior, el diario "Pregón" de San Salvador de Jujuy, Argentina, refiere que la toreada casabindeña nace en el siglo XVIII, casualmente un 15 de agosto, Día de la Virgen de la Asunción. Fue cuando el cacique Pantaleón Tabarcachi se rebeló contra la tiranía de la familia dueña de los yacimientos de oro de la región, quienes para lograr su extracción, explotaban a los indios vilmente. La osadía del cacique lo llevó a prisión y fue condenado a morir en los cuernos de unos bravos toros, con el pueblo de testigo. Castigado por luchar por la libertad, fue puesto al medio de la plaza entre dos aguerridos toros. Hacia los flancos del cacique, la gente gritaba por él. Para sorpresa de todos, los toros no hicieron nada. Enojadas las autoridades del lugar le quitaron a Pantaleón la vincha de su linaje que llevaba puesta, donde lucía quintos de plata del Perú, era un regalo de su padre y la colgaron de los cuernos de uno de los taurinos. Enfurecido el líder indígena intentó recuperarla y sacarla de las astas. En uno de los embates logró arrebatarla pero recibió dos cornazos fatales. Malherido con la vincha en la mano, se arrastró hasta el pie de la Virgen y la depositó en señal de ofrenda y clamó por la libertad de su pueblo y el perdón de sus verdugos. En la actualidad se recrea este acontecimiento, los toreros arriesgan su vida como lo hizo Pantaleón. "torean" al animal para sacarle la vincha con monedas de plata que tiene en sus astas y ofrendársela a la "Mamita". Y en el intento se puede salir indemne como también lastimado seriamente. "Todo es cuestión de fe", refieren los testigos.