Los toros dan y quitan

SARA GUADARRAMA GARCÍA (XXXX - 1951)

SARA GUADARRAMA GARCÍA

Cortesía del cronista taurino Don Pedro Julio Jiménez Villaseñor

Comenta el historiógrafo taurino Rafael Gómez Lozano (Dientefino) haber leído textualmente en el libro “Silverio o la sensualidad en el toreo” de don Guillermo H. Cantú, que << desde hacía varios años estaba con la familia Pérez  Domínguez, Sarita Guadarrama, aquella chica tierna que se quedó esperando en vano el regreso de su novio “Carmelo Pérez”. Ella era inquilina de una de las casas en la calle de Doctor Jiménez (Colonia de los Doctores), donde vivía con su único hermano, pero a la muerte de éste, quien se suicidó, fue acogida por la familia del “Compadre” (Silverio Pérez). La mañana del 9 de diciembre de 1951 (fecha en que se celebraba la quinta corrida de la temporada en México y donde el texcocano volvería a sentir una vez más la ronda de la muerte), Silverio le preguntó a Sarita: “Chaparra, ¿qué vas a hacer?” “Voy a ir a los toros a verte”, fue su contestación y la última vez que cruzaron palabra. Ni la agonía atroz de su amado, ni los percances sufridos por “Silver” habían mermado el gusto de aquella mujer por las corridas de toros. Y se fue a la plaza, sola. Con su segundo toro “el Faraón” se inspiró en grande al bordar un quitazo por chicuelitas como solo él era capaz de hacerlo. Sarita aplaudió frenética el arte de su “cuñado”. Luego Silverio empezó a hilvanar derechazos espléndidos, pases de trinchera inmensos e inverosímiles ¡naturales! La plaza era un manicomio. Sarita coreo aquellos oles interminables y emocionados, recordó a su entrañable Armando (“Carmelo Pérez”), disfrutó de la plasticidad silveriana en la gran faena izquierdista, retuvo el último muletazo, intentó pronunciar un ole y se desplomó fulminada por un infarto. Ya no tendría la esforzada enfermera que preocuparse por sus pacientes; ya no necesitaría la guapa morena recordar a su heroico Carmelo. La muerte, al fin, los había unido…gracias al sentimiento privilegiado de Silverio. >>

Armando Pérez Gutiérrez, o “Carmelo Pérez” para la fiesta, había fallecido el 18 de octubre de 1931, a los 22 años de edad en un hotel madrileño recuperándose de una cirugía; luego esto quiere decir, que Sarita perduró 20 años después de la muerte de “Carmelo”, por lo que, es de suponerse, que debió contar con menos de 42 años al momento de su muerte.


De la hemeroteca de Don Pedro Julio Jiménez Villaseñor

Don Fernando Vinyes, en su obra “México diez veces llanto”, escribe en la página 103, que: Sara Guadarrama  no se separaba del lado de Carmelo en su triple condición de novia, vecina y enfermera, aunque ejerciera profesionalmente en una clínica oftalmológica. Después de la muerte de Carmelo no dejó de ir a los toros. El destino, tantas veces irónico, le reservaba una pirueta trágica final. Falleció de un síncope cardiaco, en el tendido de la plaza “México”, el día 9 de diciembre de 1981, mientras que el que debía haber sido su cuñado, Silverio, pasaba de muleta al cuarto toro de la tarde. Trasladada a la enfermería, solo pudieron certificar su muerte.